Dos cafés y una ducha.
Cinco minutos de placer y veinte de prisas.
Atasco.
Lluvia.
Sonrisas. De dientes a ojos.
Nada nuevo.
Me pierdo el cielo de las diezlucho contra cinco infiernos
salto a la comba con mi abuelo.
Seis segundos.
Suspiro.
Sigo.
El corsé me aprieta tanto que me brilla el ombligo.
Quince pelos y cuatro pestañas se suicidan
sin despedirse.
Incio.
Apagar.
Enciendo un cigarrillo.
Se me cae el libro y la dedicatoria.
No encuentro la estación de los bostezos de las tres,
pero recuerdo quién me enseñó los números.
Hoy le diría que se "lució" conmigo.
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