No.
He dicho que no.
Y deja de mirarme a los ojos que debo tener bajo el cuello.
Veo la vida verde.
¿Y qué? ¿me arrepiento?
No.
Mis padres echaron el mejor polvo de mi vida
y tú, procaz, ¿te acercas a mis versos
para alcanzar la sinalefa de mis medias?
Escucha: aunque escupa tu pluma,
mis piernas no estarán nunca
para guardarte la espalda.
Sí.
Es a ti.
Tú que sudas como Príapo cuando me doy incompleta,
decodifica la tele antes de venir a mí.
¿No hueles el prozac en la tinta
de mi súplica?
He dicho que no.
Que no busques mis tacones.
De usarlos contigo
servirían sólo para taladrarte la boca.
Mi mano ahora es la de Silberia.
Que no,
que no soy ella.
No está en ninguna de mis partituras.
Nunca será para ti.
Además, la que me alimenta
hace tiempo que masticó las setas de Alicia,
y el conejo está ocupado.
Si quieres,
vuélvete a tiempo y sumiso a mis poemas.
Puede que en ellos sí encuentres el orgasmo.
Y no te confundas.
No soy la puta de las putas estrofas que recita tu pene.
Soy Silberia.
Con B.
De Basta ya.
Andorra
Hace 1 día