"... Una semana después de la muerte de Argi, cuando ya nos habían entregado las cenizas y todo, viene Iratxe y me sale con esto:
–Esta noche he sentido a Argi andando por la salita.
No sólo lo sintió andar por la salita: en días posteriores Iratxe lo siguió notando en la cocina, luego en la puerta de entrada, más tarde revolviendo en la papelera, y en ese plan.
Como aquello continuaba y no tengo mucha paciencia para las tonterías, decidí cortar inmediatamente.
–¿Y no te levantas de la cama para verle? –le pregunté.
–Una vez lo hice, pero cuando llegué no había nadie.
–Qué raro, ¿no?
–¿Raro el qué?
–Que te levantes y no encuentres a Argi. No sé. Es que no me lo explico. ¿Seguro que miraste bien?
–Vete a tomar por culo, gilipollas.
A partir de esa conversación Iratxe dejó de sentir a Argi, o al menos se lo callaba, pero entonces apareció el segundo problema: fui yo el que comencé a sentirlo. Oía ruidos suyos en la sala, o en el cuarto de baño, o en la otra habitación. Como ya he dicho que no aguanto las tonterías y tampoco creo en la magia, agité unas cuantas veces mi cerebro y me puse a buscar la causa del fenómeno.Creo que ya la tengo. En mi piso Pasiega se producen infinidad de pequeños ruidos, los causados por la lluvia, el viento, los vecinos de arriba y de abajo, las radios, los folios cayéndose, las gotas del grifo, las latas vacías moviéndose en la papelera, el ruido del frigorífico, ruidos que ya existían antes sin que nosotros nos diéramos cuenta. La diferencia es que, durante diecisiete años, todo esos sonidos raros se los hemos atribuido a Argi; una vez muerto, están apareciendo por primera vez de forma independiente.Al final me he alegrado de la existencia de esos ruidos, porque para mí siguen siendo de Argi, son parte de su territorio, y me ayudan a llevarlo dentro de mí como si estuviera viviendo. Tal es así que le he dado la razón a Iratxe y ahora solemos tener algunas conversaciones que, si alguien las escuchara, nos pondría directamente la camisa de fuerza:
–¿Lo has escuchado esta noche? –le pregunto.
–¿Sobre las tres de la mañana? ¿En la zona del portátil?
–Qué cabrón. Seguro que ha estado leyendo todo el blog.
–Todo no. Qué paliza.
–Vete a saber. Ten en cuenta que ahora tiene todo el tiempo del mundo."
Neorrabioso, 25 de febrero de 2010.
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