martes, 27 de enero de 2009

Claro,
la mesa no habló por no clavarte una astilla.
Suficiente tu cruz, en el monte de mi olvido
donde no llorarán, no...
... mis ojos sólo escupirán en tu lápida
para que resbales en saliva
por si despiertas.

Que te quede claro,
la vergüenza ya no abriga mi cama.
Es la oscuridad del vértigo
la que te dio lumbre y calienta ahora la resina de tu boca.

Ya no habrá nadie en casa,
ni siquiera la habitará el que fuiste.

Que te quede bien claro:
la soledad del alma
reacciona cuando ésta es abandonada para siempre.

¿Y ahora qué?
Claro...
... bien.

2 comentarios:

Laura Gómez Recas dijo...

Echaba de menos una nueva entrada de pura "poesía-jara". Esto es lo que escribes. ¡Qué fuerza la primera estrofa! Y, después, el derroche de tu expresión: peculiar, personal, intransferible, única... Inconfundible hasta el final. Y, ahí, en el final...¡Lo has hecho, de nuevo! ¡Me has cortado la respiración! ¡Enhorabuena!

Giovanni-Collazos dijo...

"La soledad del alma
reacciona cuando ésta es abandonada para siempre"

Este verso es bello.

Un saludo.

Gio.